viernes, 14 de diciembre de 2007

Las aguas vuelven a sus cauces...




No sé muy bien por dónde empezar. No es que tenga nada que decir, o sí.
Creo que la cercanía de la Navidad me pueda estar afectando, puede ser, siempre suele ocurrirme lo mismo. Me pongo un poco tonto, nostálgico y algo melancólico.

Llevo toda esta semana, solo en casa en un plan de reorganizar y ordenar unas cuantas cosas que estaban un poco “salidas de madre”, es decir, el caos que acumulaban superaba mis límites.

Necesitaba tiempo para hacerlas pues últimamente no he estado sintiéndome ni con demasiadas energías para nada ni tampoco la voluntad era mucha. Desde las vacaciones de Esteban en julio tampoco había estado en casa más que los fines de semana y siempre con Esteban, los perros o Marina, lo cual no me dejaba mucho más tiempo disponible que para lo más básico. Sobre ambas mesas del estudio se acumulaban pilas de correo publicitario mezclados con cartas del banco, recibos de luz, teléfono, gas, etc., fotos antiguas, citas de médicos, postales de viajes, cargadores y cables de la cámara, teléfono, GPS; apuntes, ceniceros. Un desorden parecido se extendía por las habitaciones, el salón y la cocina, además de montones de ropa sucia en la cesta, lavadora y maleta; incluso en el coche tenía papeles acumulados y sin revisar, tirados por todas partes.

En parte este desarreglo influyó y mucho en mis continuas pérdidas de cualquier cosa en cualquier momento, llaves, la férula, gafas, “costo”, etc. Además de citas con los médicos últimamente en tres ocasiones, amén de otros múltiples olvidos menores que llegaron a hacer la situación un tanto insufrible, al punto que ya las ideas del DNC (
síndrome de deterioro neuro-cognitivo, asociado al vih) empezaron a rondar mi cabeza, logrando únicamente empeorar mi estado de ánimo.
Todavía no he terminado con esta labor de ordenar y ponerme al día con cosas pendientes, aunque ya he dado algunos pasos; simplemente he descartado todo aquello inútil de lo que tengo que guardar y ordenar. ¡Llené 6 bolsas de basura! Ahora sólo falta clasificar y archivar lo que sirve, algo está hecho. Cuando termine, tocará reubicar algunos muebles y bajar otros al trastero, por último, una buena limpieza a fondo para dejar todo preparado para Navidad.
Antes decía que estaba solo en casa, porque en ese plan de “reorganización” que me planteaba, hubo una conversación con Esteban explicándole mi plan (quizás demasiado vehementemente por mi parte dada la urgencia de solución y la incomodidad interior que me producía todo esto).
Moverme casi a diario entre dos ciudades, aunque cercanas, son 75 Km. de distancia, para solucionar cualquier trámite, en ocasiones tenía que hacer viaje de ida y vuelta en el mismo día pues al llegar a un lado me acordaba que había olvidado algo en el otro.
Esto además de mucha energía, requería una eficiencia que no estaba teniendo al sentirme sobrepasado con tantas cosas. Terminaba bloqueándome con la sensación de no haber hecho nada y completamente agotado. Además de los costos añadidos de autopista y gasolina claro, que todo hay que tenerlo en cuenta. Decididamente el
stress y el vih no son compatibles. ¡Qué diferencia cuando realizas mucha actividad de forma placentera, sin prisas, entonces nada cansa…!
Así que, en esa conversación con Esteban hemos decidido que aunque para ambos resulte difícil estar separados, tenemos que asumirlo como algo que eventualmente puede ocurrir. Ni yo podría fácilmente hacer un traslado total a su casa ya que no tendríamos el espacio suficiente, supondría además para mí, hacer un cambio de médicos e historial clínico, etc.; ni él tampoco a la mía por su trabajo. Así que de alguna forma nos vemos obligados, al menos por ahora a, según surjan las cosas, que yo me tenga que pasar algunas temporadas cortas en Coruña, para poder resolver asuntos sin sentirme demasiado presionado con el tiempo. No nos gusta a ninguno de los dos pero forma parte de nuestras circunstancias personales. Al mismo tiempo, nos permite evitar la monotonía de la rutina diaria y nuestros reencuentros pienso que tendrán un “extra” añadido de placer.
La próxima visita de Tamara y Roberto para Navidades también me obligaba a preparar algunas cosas: tuve que comprar una de esas camas hinchables para ellos (de esas que anuncian en los programas de madrugada en TV), pues en total seremos 6 personas en el apartamento sin contar los dos perros, y para la cena de nochebuena estaremos 9 personas. ¡Uff, qué horror, con lo que me gustan a mi estas movidas en casa!. El sábado volveré a mirar con más detalle unas sillas nuevas, otra cosa más, y quiero mirar también un mantel con motivos navideños, servilletas a juego y una cubertería chula.

Hoy por la mañana tuve que madrugar para hacerme análisis de control de colesterol que había acordado con Francisco (mi médico general), tenía que haber sido el lunes pasado pero ya que la noche anterior había sido de insomnio, organizando este planning, quedó pospuesto para hoy. Más tarde, de vuelta en casa y después de comprar la cama y barniz para repasar los alfeizares de las ventanas que estaban ya completamente quemados por el sol, me puse a montar el árbol de navidad para darle un aire más festivo a la casa. Al terminar me di cuenta que necesitaba algunos adornos más, pues como siempre suele ocurrir, desaparecen de un año para otro, y aún me falta un detalle para la puerta de entrada. ¡¿Qué le voy a hacer?, soy una persona de extremos, o todo o nada!. No creo para nada en estas fiestas, me parecen deprimentes, traen demasiados recuerdos. Yéndome al otro extremo intento dejar todo eso en segundo plano, así que aprovechando el impulso me fui otra vez a comprar los adornos y algo de cenar. De regreso a casa terminé de colocar nuevamente el árbol.
Poco a poco he ido logrando ese orden que todos, en nuestra medida particular necesitamos y que nos permite jugar con los equilibrios de la normalidad, si es que tal cosa existe. Lo cierto es que lo hasta ahora hecho, no mucho comparado con lo que me falta y las ideas nuevas que me van surgiendo a medida que voy haciendo las cosas, me han sacado de ese marasmo que me consumía por dentro y sólo lograba ponerme de mal humor

jueves, 6 de diciembre de 2007

Algo más que números

Las estadísticas, son por definición, adivinanzas educadas, estimados hechos a partir de muestreos científicos. Desde el inicio de la pandemia del sida, se han intentado ofrecer cifras que nos ofrezcan una imagen de la magnitud del problema. Recientemente la ONU ha corregido estas estimaciones a la baja, aunque las cifras corregidas,no dejen por ello lugar a la tranquilidad.
Muchas naciones dudan en ofrecer datos que puedan evidenciar una falta de capacidades para atajar el problema y a menudo las cifras que se ofrecen son datos globales, asépticos que carecen de dimensión para definir la realidad del día a día con esta enfermedad.
La revista Poz ha publicado un artículo donde ofrecen datos de encuestas realizadas por ellos. Intentaban responder cuestiones como ¿cuántos seropositivos tienen problemas para revelar su status en sus citas y cómo las resuelven?, ¿que impacto produjo el diagnóstico en el afectado o revelar el status en el entorno del enfermo?,¿ayuda a prevenir nuevas infecciones el conocimiento que se tenga previamente de las formas de contacto?, ¿perciben el estigma en sus relaciones sociales, laborales o afectivas?, ¿han afectado los efectos secundarios de los medicamentos, el desarrollo de una vida normal?, ¿cómo se enfrentan a ellos?, ¿tienen una buena relación con sus médicos?.
Los datos arrojan resultados para los Estados Unidos que independientemente de las pecularidades determinadas por el entorno, nos pueden servir sirven para acercarnos a la realidad de muchas personas conviviendo con esta enfermedad en un país desarrollado con realidades en muchos casos extrapolables a cualquier otro país, por ejemplo del entorno europeo y vienen a corroborar la idea de que esta no es del todo, por desgracia todavía, una enfermedad controlada y "manejable" para muchas más personas de las que tienden a hacernos creer los titulares de los periódicos.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Pet peeves



Grrr...Estoy incómodo, como tigre enjaulado que dirían algunos. No es un sentimiento de insatisfacción o inquietud general simplemente. Son mis pet peeves, comportamientos de la gente en tu entorno que pueden resultar frustrantes.
Uno de ellos es la desidia con la que los médicos que me atienden, en general, se toman las cosas. Me explico:
Al volver de vacaciones a principios de noviembre, tenía citas pendientes con el médico: hacerme una ecografía abdominal, analíticas sanguíneas, farmacia, etc. En un primer momento, al no encontrar la tarjeta con la cita en el cajón donde guardo estas cosas, creí recordar que en mi última visita al médico habían quedado en enviarme la confirmación de la cita por correo, alguna vez ha ocurrido esto. No puedo asegurar que esta vez haya sido así, esa especie de recurrente "niebla mental"me impide recordar con claridad, lo cierto es que no encontré otra justificación para no tener la cita. Dejé pasar los días, estuve con Esteban sin pasar por casa ni preocuparme demasiado por el correo, confiado en que contaba con tiempo de sobra para recibir el aviso.
Ya mosqueado por no tener noticia alguna, decidí llamar al hospital y preguntar si tenían programada mi cita. Me contestan que debería haberme hecho las analíticas hace casi un mes (a mi llegada de vacaciones) y la cita había sido la semana anterior a mi llamada de consulta.
Quedé con ellos en pasar este lunes pasado para pedir una nueva tarjeta y pedir una nueva cita. Pensé que me la programarían lo antes posible, pero no, cuando fui al ordenador veo que la cita para análisis será para el próximo marzo y la consulta con Sole en abril. Es decir pasan por alto esta cita como si hubiese ocurrido pero sin controlar absolutamente nada. La excusa fue que mis analíticas están muy bien, casi 1000 cd4s y carga viral indetectable. Pero, ¿y mis cifras de colesterol?, están pasando por alto controlar estas cifras, ya anormalmente altas en la consulta pasada hace 6 meses, más aún, después de la complicación con el infarto; ¿el informe de la ecografía?, nada, se queda en stand by, supongo hasta la próxima consulta; así que habrán pasado dos años desde la última revisión del nódulo en el riñón. ¿habrán al menos revisado la ecografía por si hubiese algo anormal para avisarme?, ¿qué pasa con las posibles parestesias en las piernas?.
Todas estas preguntas sin contestar y la impotencia para encontrar respuestas, llegan a obsesionarme al punto que llego a acumular un estado de tensión bastante más que molesto, por decirlo con elegancia. En ocasiones temino culpándome a mi mismo por no hallar soluciones alternativas; pienso en cambiar de médicos, buscar segundas opiniones, que debería implicarme más, ser más estricto con las recomendaciones que debería seguir y no cumplo, como hacer más ejercicio, dejar de fumar, cuidar más la dieta.
Otro de mis pet peeves son las actitudes de mi hermano. Los días anteriores al Referendum de Chávez estaba nervioso por todo lo que se estaba viviendo en el país, intentaba ocultarme su preocupación por el posible fracaso usando la misma estrategia de Chávez, aprovechando machaconamente el incidente con el Rey en cada llamada que me hacía, para descargar su rabia en mí. Por otra parte, la incomodidad que le debía producir la contradicción interna por la que estaba pasando ya que, ni su obnubilante fanatismo pudo lograr que en una de sus llamadas me hubiese llegado a admitir : "...Este carajo si no ha hecho nada será porque no quiere, ¿qué más poderes quiere ahora?..." Su rabia debía ser tanta que dejó caer el comentario ante mí, admitiendo lo que tantas veces se había negado a considerar al menos.
Le pregunté entonces si votaría por el "no", convencido como parecía estar de ello, me contestó que se abstendría de ir a votar o que votaría nulo. Le pregunté entonces si eso no le parecía hipócrita consigo mismo y eso hizo despertar al monstruo, inmediatamente su actitud pasó a la defensiva con la estrategia que domina y que siempre utiliza, sobretodo con sus personas más queridas, el ataque. Así terminó nuestra última conversación, por un motivo tan estúpido como ese. Como siempre suele ocurrir, sin importar cuál sea el motivo, lo único imprensindible es que sea estúpido.
Intento normalmente, que estas “pequeñas” frustraciones diarias no me afecten demasiado, procuro no darles mayor importancia, intentando mantener el norte o el rumbo como se diría en lenguaje marinero, hacia otros objetivos que me ofrezcan alguna recompensa que ayude a paliar la decepción que me producen estos reveses. Sin embargo, en ocasiones, bien sea por que se acumulan fuera de su ritmo natural de ocurrencia, impidiéndome ver con claridad, o porque de verdad me afecta más de lo que quiero admitir y no soporto ver como se repiten sin solución.
Lo cierto es que en ocasiones, llegan a producir en mí una reacción que busca huir y protegerme en algún lugar seguro, fuera de todos esos problemas. Un paraíso donde todo funcione según unos esquemas bien definidos, sin lugar a los sobresaltos o las decepciones. Un lugar que algunos habrán sabido encontrar para refugiarse en él, otros no, pero en el que seguramente todos, de alguna forma hemos soñado…