domingo, 26 de abril de 2009



Domingo por la mañana, hace sol fuera. Nada que hacer más que lavar la ropa y preparar la que vaya a llevar de viaje; dejar llaves y dinero a E para pagar la residencia de Molo y la cita con el médico el martes por la mañana.
Atrás queda este mes y pico de preparación de trámites para este viaje y reencuentro con D y A. A pesar que la idea me alegró en el primer momento, supuso muchos momentos de duda también. Los dolores en mis piernas me hicieron, todavía lo hace por momentos, dudar de ser capaz de aguantar el tirón de un viaje tan cansado, cambiando de ciudad cada 4/5 días en promedio y visitando cuanto museo, monumento, jardín, mercado, tienda o centro comercial se nos ponga por delante.
Me he liberado de esa preocupación simplemente diciéndoles cuál es mi situación y que no se preocupen si en un momento dado yo no siga el mismo ritmo de ellos. No quiero que se vean condicionados por mí.
Con este viaje se queda atrás definitivamente mi relación con E. Después de intentos infructuosos, en los que el reproche y el resentimiento iban creciendo, dejando de lado y poniendo en peligro al amor que nos hemos tenido, decidí desistir en intentar una recuperación y aceptar que, aún cuando llegar a un punto común aceptable para ambos fuese posible, requeriría tal esfuerzo, que por mi parte y con el agotamiento tan extremo que sentía me pareció por decirlo de alguna forma, cuando menos irresponsable por mi parte hacia mi propia salud.
Puede parecer egoísta o demasiado frío y calculador pensar que alguien anteponga una razón así en nombre de un amor, más incluso cuando hay quienes afirman que el amor es en si mismo una especie de enfermedad o estado alterado de nuestras constantes. Pero es ahí, en esos detalles finos (que no tan finos) donde está la complejidad de la vida con el VIH, considerada ya una enfermedad crónica y manejable en el primer mundo, y como cambia algunas prioridades en tu vida, entre otras...
Ahora solo queda el tiempo para el silencio y la distancia entre nosotros. Es necesario alejarnos completamente hasta ser capaces de olvidarnos tal como nos hemos conocido, de la rabia, borrar todos los malos recuerdos y momentos y volver, quizás, a reencontrarnos de tal forma que nos volviésemos a reconocer en los aspectos comunes, habiendo puesto nuestras diferencias en lugares adecuados y con lo que resultase de todo ello, supiésemos construir algo mejor y más sólido, sea esto lo que sea, sin la desesperación por llegar a algo en concreto y sin evaluar las circunstancias o haciéndolo apresuradamente.
Por eso este viaje, no siendo más que unas simples vacaciones de reencuentro con viejos amigos, tiene ese simbolismo para mí. Se cierra y deja atrás un capítulo en el que se habían puesto todas las ilusiones, donde se pensaban descansar los bártulos de un viaje en solitario y en el que te ves de pronto, preparando los avíos para retomarlo.
De eso se trata la vida al fin y al cabo, ¿no?. Un viaje en el que conocemos el destino final pero no el itineerario…

miércoles, 15 de abril de 2009

El origen del amor


Por casualidad, como suelen suceder las cosas interesantes, me encontré con este vídeo del tema central de la película Hedwig, and the angry inch de John Cameron. Resulta muy apropiado el tema para mi momento actual, en el que me pregunto cómo eran las cosas antes del origen del amor.
Aunque no repaso las respuestas en diario alguno, ilustrado con bonitas figuras como en este precioso cuento cantado, me pregunto sobre todas las personas que me han hecho llegar esta noche hasta este escenario en el que estoy.



lunes, 6 de abril de 2009

Otros paisajes...

Atardecer en Bares






Pasan las nubes...



jueves, 26 de marzo de 2009

El fin del bloqueo


Esa especie de bloqueo que me impedía llegar aquí y dejar salir esos pensamientos que no tienen salida, que se atascan o no encuentran respuesta; parece haberse ido ahora.
Después de estos meses de silencio se ha resuelto por fin la apuesta que decidí hacer a finales de Agosto creo recordar ahora. Las fechas exactas no importan ya mucho. Sin saberlo, esa apuesta lo iba a centrar todo, ocuparía todos mis momentos. Era demasiado importante para no tomarla en serio y pensé, creí que podría ganarla, el premio valía todos los esfuerzos.
El premio, imaginaba, era una vida en común, construyendo un proyecto: aproximarse a un estado de felicidad que vendría dado por la superación de dificultades y disfrute de logros en la vida. Con los pies en la tierra y con la persona adecuada. Llorando todas las lágrimas y compartiendo todas las risas, juntos. Haciéndonos múltiples en uno solo, complementando quehaceres, ilusiones, ideas y opiniones. Trazando a dos, en cada momento, la hoja de ruta por dónde iría transcurriendo ese viaje maravilloso que es la vida. Sabiendo encontrar la vía correcta en las bifurcaciones, escogiendo entre opciones y encontrando los puntos comunes en un consenso (uy, qué desliz tan político) de opiniones. Una empresa en la que los socios se confían siempre en buscar las mejores soluciones para ambos.
Esa fue mi apuesta con Esteban después de lo ocurrido a finales de Julio. Subestimé quizás el peso real de los lastres que él tenía que dejar atrás para lograr ese cambio que le atormentaba, que le hacía infeliz, y no pude negarme, en nombre del amor que sentía todavía, a la petición de ayuda que me hacía. Lastres cargados durante tanto tiempo que han hecho raíces profundas y firmes. Los miedos que impiden el crecimiento, más allá del crecimiento físico que quedó truncado en la niñez y provocó deformaciones. Es el crecimiento interior, el único que libera esos lastres, el que permite el estirón final para mostrarse espléndido ante el mundo, orgulloso y pleno de otros valores que no se esconden en la actitud que provoca risas burlonas.
Pero no ha podido ser así. No hemos sido capaces de cumplir con nuestras tareas.




continuará...

jueves, 5 de febrero de 2009


¡Mal vamos!

(Foto de un Módulo de prevención enviada por Daniel en algún lugar de Venezuela)