viernes, 28 de marzo de 2008

Tiempos de silencio


Aprovecho esta noche de insomnio después de haber reinstalado cuanto programa y datos me he podido acordar hasta ahora en el ordenador, para volver a estas páginas. Una virosis virtual lo dejó KO hace algo más de una semana, se ve que los dos estamos predestinados a sufrir estos “accidentes” víricos aunque yo por mi parte me declare satisfecho ya con lo que tengo y no desearía ninguna sorpresa añadida a mi situación, más que nada tomando en cuenta que en mi caso la solución no pasa por ningún departamento técnico donde me dejen renovado como si aquí no hubiese ocurrido nada… ¡ya quisiera yo! Pero bueno, al menos el trasto este se salvó y ya está preparado para una nueva e intempestiva infección.
De alguna forma esto me sirvió de excusa para calmar la ansiedad que me producía (por si no tuviese bastante ya con otros temas) el bloqueo para escribir algo aquí. Definitivamente sólo puedo expresarme cuando siento que el problema está resuelto, mientras tanto nada. A propósito de esto, leí algo en la red, no sé de quien es ni donde lo vi, me gustó y pareció muy adecuado a mi momento…

Tiempos de silencio
susurros y siluetas de mi vida
viento helado que viaja, pasa y me saluda

Tiempos de silencio
donde habitan los temores y las dudas
aferrándome a los bordes
sin que nadie se percate

Viajero de perfil
que rasga el equilibrio
sin cesar.

La semana pasada tuve un sueño, mejor dicho una especie de pesadilla. Supongo que tenga alguna relación con una conversación que había tenido con Esteban días antes sobre un viaje en barco cuando era pequeño y todo se mezcló con mi estado actual. Héctor te la dedico pues sé que te gustan los sueños, incluso los numeras, jeje.

Estaba en un gran trasatlántico atestado de gente moviéndose en todas direcciones, buscando sus respectivos camarotes y arrastrando equipajes. Debíamos estar a punto de iniciar el viaje, era de noche, yo estaba cansado y me molestaba la dificultad para avanzar por los estrechos pasillos y el ruido de la gente. Por supuesto no había nadie de la tripulación que pudiese darnos alguna indicación a los confundidos pasajeros ni había ningún indicativo que pudiese orientarnos en aquella especie de laberinto.
Creo que iba acompañado por un grupo, no recuerdo bien, en todo caso sus caras no estaban definidas, era más la sensación de que esas personas eran conocidas. De vez en cuando intentábamos intercambiar alguna opinión por encima del ruido de la gente sobre por dónde seguir, si la cubierta C estaría en un nivel superior o inferior a la cubierta B, si las escaleras para subir estarían avanzando recto o tomando la primera intersección de pasillos a la derecha. A medida que avanzábamos, el grupo se fue dispersando, nos fuimos perdiendo unos de otros poco a poco, aún así los que seguíamos juntos continuábamos confiando con que finalmente nos encontraríamos.
Cada vez el cansancio era mayor, el ruido fue disminuyendo a medida que se vaciaban los pasillos y la gente encontraba su ubicación. A pesar de esto, era imposible encontrar a alguien o indicación alguna que resultase útil en aquel laberinto de pasillos, ni siquiera las puertas de los camarotes estaban numeradas. Cuando me di cuenta, me encontraba solo, nos habíamos ido perdiendo en la confusión tomando diferentes caminos y ninguna de las personas que me acompañaban seguía a mi lado. Intenté preguntar a la escasa gente que todavía vagaba sin rumbo, llamé a alguna puerta, nadie parecía notar mi presencia, al principio pensé que sería simplemente desinterés debido al cansancio que debían sentir que supuse igual al mío, luego me di cuenta que no era eso, mi voz no se oía, movía los labios pero era inútil, no producía ningún sonido y ni siquiera mi presencia parecía ser notada.
Me desperté angustiado y sudando, en la TV que se había quedado encendida, Phil Collins cantaba “Land of confussion”

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