lunes, 19 de mayo de 2008

La sustituta



Me había prometido olvidarme de citas de médicos pero está visto que es un planteamiento difícil. Hoy tenía que ir a solicitar fecha para las analíticas que tendré que llevar al cardiólogo en mi próxima revisión y sucedió algo…
Llegué antes de tiempo a la consulta del médico, no había nadie esperando, cosa extraña pensé, la sala de espera suele estar repleta de gente… Quizás el buen tiempo que anuncia la llegada del verano haya cambiado el humor de algunos pacientes. No pasó nada de tiempo cuando se asomó por la puerta del consultorio contiguo, una doctora preguntando mi nombre. Le aclaré que tenía cita con Francisco, comprobó mi nombre en la agenda del día y me dijo que ella me atendería ya que Francisco no estaba.
Nada más sentarme, mientras le comentaba que quería el impreso para solicitar una analítica, ella abría la carpeta con mi historia y se encontró con los resultados del electrocardiograma que me había hecho en Abril. Levantó la vista y me dijo: “¿Qué, muy bien no?”, con una sonrisa amplia y franca, suponiendo ya que tenía algún problema cardíaco.
Contesté que si, que no había queja (no tenía sentido que me extendiese en detalles). No lograba entender lo que estaba pidiéndole pues supuestamente la hoja de análisis me la tendrían que haber dado en la cita del cardiólogo especificando qué pruebas necesitaban y cuáles parámetros necesitaban ser revisados. Aún así, con una sonrisa de resignación dijo:” Bueeeno, no importa, para eso estamos aquí, nosotros lo hacemos tooodo…” Me gustó el detalle porque la respuesta bien podría haber sido que me dirigiese al cardiólogo y se la solicitase a él, alegando que ella no tenía por que saber lo que éste requería.
Esto habría supuesto pedir nuevamente una cita para dirigirme a un hospital en el otro extremo de la ciudad y pedir el susodicho papel para luego volver a este centro a conformar la cita para los análisis… ¿qué complicado que no complejo, no? Así que la próxima vez les diré que por favor me entreguen la hoja ellos. Ante cualquier problema, que intuyo posible con los datos que voy acumulando sobre sus formas de trabajo, les contestaré que el médico de cabecera aceptó hacerlo esta vez, de mala manera, ya que no le corresponde hacerlo. Me apoyaré en una mentira para que cada quien haga su labor, ¡si no queda otra alternativa…! Poner una queja sólo supondría complicaciones, desgraciadamente.
Ya más interesada en mi caso, revisó papeles pasados y se encontró entonces con la última analítica de control de colesterol que me había hecho Francisco en Diciembre y nada más ver mis cifras dijo: “¡Coño, está jodida la cosa, eh?””
Nuevamente me sorprendió, agradablemente, su franqueza. Le expliqué que era vih positivo y la medicación jugaba una parte en eso, aparte de que aún fumase algo, me justifiqué diciéndole que había reducido el consumo, y no hiciese ejercicio por las molestias de cadera.
Se rió con franqueza, con gestos amplios, rotunda, y dijo echándose hacia atrás en su silla: “Vaya, que estás sembrado, un caso bonito…”
“Si, contesté, “un caso interesante” riendo con ella pues me gustó su reacción. No había habido ningún gesto extraño por lo del vih y además no hacía juicios sino que con franqueza admitía que era un caso complejo y por lo tanto interesante para un profesional.
Seguidamente añadió: “Si bueno, todito para Francisco” y continuó riendo.
Entonces la máquina empezó a funcionar analizando aquellas palabras. Efectivamente le parecía un caso interesante desde el punto de vista profesional, pero seguramente, consciente de las limitaciones que tendría para poder estudiarlo, prefería cederlo a un colega. Dadas las circunstancias, el caso pasaba de ser interesante a un posible quebradero de cabeza, así que lo mejor ante algo así, es dejarlo pasar por alto y continuar alegremente haciendo labores administrativas como rellenar solicitudes de análisis.
Es triste ya no para el paciente, para quien la cosa es algo más que eso. Sino para el propio profesional que prefiere una vida monótona y gris, desperdiciando su posible talento en solucionar problemas más acordes con un auxiliar de clínica y haciéndolo con aparente alegría.
Es desarrollar tu vida con un criterio de “subsistencia”, aprendido durante generaciones en esta tierra difícil, acostumbradas a enfrentarse a la adversidad con muy escasos medios, ese aprendizaje aconseja no luchar, sino resignarse e intentar ser felices

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