lunes, 14 de abril de 2008



Hoy por fin he empezado con la nueva terapia, después de varios días de retraso para ir a buscarla y decidir esperar a que estuviese E en casa.
Por supuesto, como siempre que me ha tocado enfrentarme a esta situación surgen los temores a que se presenten algunos de esos efectos adversos o “daños colaterales”, utilizando un lenguaje más actual, políticamente correcto y acorde con lo que suponen estas mezclas de drogas: por una parte se desarrolla una guerra contra el virus pero también resultan dañados otros órganos, víctimas inocentes de la contienda.
Recordaba el otro día una conversación con E en la que después de colgar el teléfono había venido a mi mente la analogía entre una ruleta rusa y lo que supone empezar a tomar una nueva mezcla de terapia. Sabes que existen probabilidades de que sufras estos efectos adversos, si no los sufres entonces te verás recompensado en tu apuesta y no habrá sucedido nada, al menos por el momento pues estas balas descubren su potencial poder destructivo con el tiempo, indefectiblemente, de una forma u otra. Y en cada giro de cargador, con cada nueva apuesta sabes también que las probabilidades de éxito se agotan. Es el precio que hay que pagar…
Pero también consta que pueden darse algunos “raros” efectos que en ocasiones, como recuerdo con una de esas terapias donde el prospecto decía: “Atención: la primera dosis puede ser letal”…
Lo cierto es que tomar la decisión de empezar a tomarla es de alguna forma también liberador, superas ese enfrentamiento con tus propios miedos, a medida que ves que no ha pasado nada extraño y la vida continúa con normalidad después de la toma, esperando que las cosas continúen sin mayores alteraciones…

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