lunes, 7 de abril de 2008

Pasillos de Hospital


Hoy nada más despertarme llamé por teléfono al hospital para comentar lo sucedido con la cita. Tras casi dos horas de intentos fallidos por comunicarme con la unidad de vih, por fin una voz respondió al otro lado: ¿si? No me resultó conocida así que pregunté por F. Me respondió que estaba ocupada, me presenté e intenté explicarle que por error, F había arrancado mi hoja de citas dejando otra con la fecha equivocada por lo que no había podido ir. Esto requirió varias interrupciones de la dichosa voz que desentendiéndose y queriendo zanjar el asunto por lo sano no cesaba de repetir que llamase en otro momento. Por fin acordamos que transmitiría el mensaje pero algo en su tono me dejó pensando que lo mejor sería acercarse por allí.
Al llegar había bastante gente en la sala de espera por lo que decidí esperar un momento a que saliese alguien. Cuando se abrió la puerta y crucé la mirada con F, con gesto de angustia y desgana me dijo desde donde estaba:
- “Faltaste a la cita ¿qué quieres que haga yo ahora?” así, en seco. O bien no le habían transmitido el mensaje o lo habían hecho mal.
- No F, falté porque el día de los análisis tú arrancaste por error la hoja de mi cita y dejaste la de los análisis que eran el día 7 efectivamente, pero del mes anterior y no me di cuenta hasta hoy.
- Bueno, pues sube a la novena a hablar con S a ver qué se puede hacer pero ufff, no sé, está toda la agenda tan llena queéé… Todo en su expresión corporal pretendía decir que a pesar de ser una persona súper eficiente, estaba absolutamente sobrepasada con la situación y no soportaba más los errores de los demás
- ¿qué quieres decir, que vamos a posponer nuevamente la consulta para dentro de seis meses? Hace un año que no paso revisión médica… Mi expresión a duras penas se mostraba amable todavía después de oír aquello.
- Bueno, no sé, sube a la novena a ver qué te dice S… Y nuevamente cerró la puerta tras dejar pasar un nuevo paciente a consulta.
Al llegar a la novena planta me encontré con aquello tan cambiado que tuve que preguntar donde estaban los despachos de los médicos.
­“Ahí, al lado de la puerta de secretaría” me contestó un celador y señaló hacia un nuevo pasillo aéreo, todo acristalado que comunicaba con el nuevo ala del edificio donde señalaba en grandes letras: MEDICINA INTERNA E. Este ala del edificio de arquitectura seudo futurista, fue inaugurada hace algo más de un año creo, pero aún no ha entrado en funcionamiento debido a falta de dotación de mobiliarios camas y demás zarandajas técnicas. Eso si, la apariencia externa transmite una imagen impecable, todo sea dicho.
Caramba, pensé mientras caminaba hacia la puerta que me habían indicado. Cuando empezó la epidemia de sida en la ciudad, la unidad de medicina interna se había dividido en dos: A y B debido a tensiones entre los facultativos que no querían verse implicados en lo más mínimo con esta nueva dolencia… ¿Tan mal estarán las cosas que ya van por la E o es que nos hemos especializado tanto..?.
Llamé a la puerta que tenía pegado un cartel con grandes letras: “EL SIDA NO DISCRIMINA, NO LO HAGAS TÚ”. Nuevamente pensé: ¿es un recordatorio dirigido a quién?, pues ese es el pasillo exclusivo para médicos… ¿será que a estas alturas necesitan recordárselo continuamente?
Sentada a una mesa estaba S, revisando algo, al verme me preguntó por qué había faltado nuevamente a la cita. Le expliqué lo ocurrido y sin consultar agenda alguna escribió en mi tarjeta de citas la fecha de mañana mientras me decía que avisase a F para que solicitase mi historia clínica con urgencia.
Vamos a ver…O bien la agenda no estaba tan llena como me había dado a entender F con su gesto o S, irresponsablemente, estaba concertando mi cita en detrimento del tiempo disponible para otros enfermos, sin consultar otra posibilidad cercana en el tiempo que fuese más adecuada para todos. Algo no concordaba. ¿Será acaso que algún resultado anómalo requería tal urgencia? No, pensé, en todo caso ya hubiese sido avisado por teléfono…
Bajé nuevamente a la segunda planta y esperé otro momento en que pudiese ser atendido.
- ¿Qué, hablaste con S? Me preguntó en algún momento, mientras no hacía nada y por fin me vió nuevamente esperando.
- Si, me puso cita para mañana y que por favor, pidieses mi historia con urgencia. Contesté
- ¿Para mañana?... ufff, tiene doce personas, a ver… Mientras solicitaba mi historia en el ordenador, sonó el teléfono:
- ¿Si...?... si, si…. No, bueno vamos a ver, ella me preguntó por el resultado de la prueba de embarazo, si…Yo le dije que era positivo pero no, ya.., es negativo…. Bueno, mira, llama más tarde porque no puedo hacer dos cosas a la vez…Y colgó el teléfono.
Yo pensé, ¡caramba hay una ligera diferencia como para tomárselo tan a la ligera…”
Otra enfermera que había llegado a la pequeña sala donde estábamos, comentó:
- Recuerda, que no eres súper woman…
- No, se parece bastante, pero sólo es pretty woman, jeje. Añadí yo, intentando no tanto ser simpático y agradable sino porque sé perfectamente que este tipo de adulación es lo único que consigue ponerla en funcionamiento.
Efectivamente, la actitud cambió radicalmente, de pronto una sonrisa iluminó su cara. Cubrió dos o tres campos en la pantalla del ordenador quedando así solicitada mi historia y con una expresión completamente diferente, muy ufana ella de si misma y su buen hacer, se giró en la silla y me dijo: “Ya está, uhm, me encanta mi trabajo”
Di, las gracias, dije dos o tres tonterías de cortesía y salí hacia el control de citas para dejarla registrada.
De ahí bajé a la primera planta a buscar los medicamentos en Farmacia. Tuve que esperar escasos cinco minutos y pasé, no había nadie en la sala de espera esta vez, menos mal.
Con una amplia sonrisa me recibió el farmacéutico de turno, nos dimos los buenos días y mientras me sentaba le expliqué que por una confusión había faltado a mi cita la semana anterior. Con la misma sonrisa me dijo que no había problema, rellenó el formulario, buscó los distintos medicamentos en los estantes y me los ofreció diciendo: “oye, si otra vez tienes algún problema, puedes llamarnos y cambiamos la cita para otro momento en que te venga mejor eh?”. Lo hizo sin necesidad de afirmar que le encantaba su trabajo, simplemente se podía ver en la amplia sonrisa de satisfacción que mostraba.
Mientras hacía todos estos trámites, caminando por interminables pasillos de hospital, subiendo y bajando, buscando despachos tras las puertas de los cuales te encuentras con gentes para las que muchas de ellas no eres más que algo que a duras penas son capaces de percibir en sus cuadriculadas mentes de funcionarios grises. En ningún sentido, ni en el plano profesional ni en el humano, recordé el sueño que tuve recientemente, del que hablé en
tiempos de silencio.
Cuando salí de allí, brillaba el sol, los jardines resplandecían con sus colores de primavera reflejándose en las amplias fachadas acristaladas, nada hacía sospechar las miserias que se esconden detrás de ellas. Creo que ahora encuentro la relación entre lo vivido hoy y el sueño, y mañana más, no sé si mejor, pero seguro que más...

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